Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo XIV El ansiado tesoro

 Capítulo XIV El ansiado tesoro

Blake dio unos pasos hacia atrás, con su brazo sano preparado para defenderse ante cualquier posible amenaza. Una fuerte corriente emanó de la puerta, lo que significaba que el hechizo se había roto. Lo había visto varias veces pero nunca notando una presión como aquella, como sospechaba, los magos que habían estado allí trabajaron a conciencia.

La puerta descendió mostrando el interior de la cámara y, plantada en mitad de la puerta, se hallaba Sora. La niña estaba bastante pálida y prácticamente desnuda, solo quedaban andrajos de sus ropas.

-¿Estás bien? ¿Qué ha ocurrido? –dijo apremiándola a que saliera, manteniendo la vista fija en el cuarto del tesoro.

-El baúl, de repente le salieron piernas y brazos y tenía muchos dientes, intentó comerme –Blake se fijó en que la chica estaba bastante conmocionada, por suerte parecía que menos que cuando se enfrentó a Hasim, eso era bueno, demostraba un espíritu fuerte. También vio que intentaba torpemente tapar su cuerpo parcialmente desnudo, así que Blake recogió su túnica del suelo y se la dio a la niña para que se tapara –. Gracias… ¿Qué era eso?

-Un mímico. Santo cielo, pensar que tendrían uno aquí –según iba hablando se acercaba con cuidado al cadáver de la criatura.

-¿Nunca habías visto alguno?

-Ni yo ni nadie que conozca –dijo fascinado examinando el cuerpo –. Esto no es una salamandra de fuego que encuentres en las montañas, ni un basilisco o una sirena, es un puto mímico.

-¿Son tan raros? –preguntó la niña, que poco a poco iba dejando a un lado el susto dando paso a la curiosidad.

-Son seres de leyenda. Sería más fácil encontrar a alguno de los casi extintos dragones que a uno de estos en cualquiera de los reinos –miró a la chica directamente a los ojos y bajó un poco la voz intentando controlar su emoción –. Los mímicos son criaturas de Anor Londo. Lo único que se sabe de ellos, a través de los cantares, es que los dioses los usaban como trampas para proteger sus tesoros. Cualquier hechicero mataría por diseccionar uno de estos.

Blake se incorporó, tomando de su saca la última planta que le quedaba y se la comió. Sintió un gran alivio en el brazo.

-Esto servirá hasta que salgamos –dijo mientras abría y cerraba la mano derecha -, pero no podré llevar peso con este brazo, no se ha curado del todo. ¿Te queda alguna hierba?

Sora negó con la cabeza.

-¿Has usado todas? Tenías tres y una era una hierba de luna menguante.

Sora eludió su mirada y Blake se fijó que en su mano, que aún tenía algunas quemaduras.

-¿Cómo lo mataste? –preguntó con interés.

-No podía con él –Sora no tenía muchas ganas de hablar del tema, pero sabía que Blake no aceptaría una negativa por respuesta. Según le habían dicho esas plantas eran muy valiosas, no se quedaría satisfecho si pensaba que se las había tomado por antojo –. Al final le salté a la boca.

-¿Dentro? ¿Pero estás loca? –exclamó alterado.

-¿Y qué podía hacer? –repuso enfadada –No me dejaba salir, así que le salté antes de que cerrara la boca y lo apuñalé varias veces desde dentro, luego lo corté en dos.

-¿Y esa mano?

-El ácido –dijo mientras intentaba taparla -. Empezó a salir por todas partes y me quemó. Para cortarle tuve que meter la mano por  su… ¿garganta? Y… bueno… -se acordó de la destrozada daga y se sintió mal por ello –. La daga… ¿Crees que Fayna se enfadará?

-¿Por qué se iba a enfadar?

-El ácido –señaló con la cabeza al lugar donde estaba tirada el arma. Blake se acercó, la movió con el pie y la hoja se acabó por desprender del mango. Estaba totalmente inservible e irreparable y había adquirido un color oxidado y negruzco asqueroso.

-¿Metiste la mano en un sitio que ha dejado esto así?

-Sí… -Sora no estaba segura de si Blake le iba a gritar, al final no lo hizo pero desde luego parecía haberse quedado con las ganas.

-Eres muy resistente, tienes suerte. Si una persona normal metiese la mano ahí posiblemente no quedaría ni rastro de ella –suspiró –. A este lo dejamos aquí, no pienso ir cargando con esa cosa, no sea que nos meta un mordisco de repente –sacó un machete que llevaba en la cintura y de tres golpes le cortó las manos y partió la caja –. Por si acaso… ¿Vemos qué hay dentro de los otros cofres?

-¿No serán también mímicos? –dijo recelosa la niña.

-No, ya te habrían atacado. De todas formas voy a comprobar que no haya ninguna trampa.

Blake estuvo quince minutos dando vueltas por la habitación, revisando los cofres hasta que finalmente se volvió a Sora.

-Están limpios. ¿Quieres abrirlos? –dijo sonriendo burlonamente.

-No, gracias, no quiero ver un cofre nunca más en mi vida –respondió ella con una sonrisa avinagrada.

-Pues anda que no te queda. ¡Oh! ¡Mira! –Blake había abierto uno de los cofres. Este estaba repleto de joyas y monedas de plata y oro –Vamos a tener problemas para transportar todo esto, no podemos olvidarnos de la trampa del principio. Habrá que ir poco a poco para llevarnos todos los cofres. Cuando lleguemos a la zona de la trampa en el suelo, te paso al otro lado y ya tú subes y les dices a un par de ellos que se vengan, que tienen que ayudarme a llevar los cofres.

-¿Podrás cargarme?

-No pesas mucho así que no creo que tengamos problemas, el brazo me aguantará. ¡Premio! –abrió otro de los cofres, al igual que el anterior estaba repleto de oro, plata y algunas joyas –. Seguro que con esto casi recuperaríamos lo que perdimos en Pladilia. Con que los otros tres estén igual que este, tendremos bastante como para salir ganando y pagar a Benny.

Se acercó al tercer cofre y lo abrió. Sora se olió que algo iba mal cuando Blake dejó de hablar de repente. Lo miró detenidamente y vio que estaba muy quieto y totalmente pálido.

¿Estás bien? –Sora se acercó con mucho cuidado y observó dentro del cofre, en él solo había rocas.

 

 

-¡Eeeeh!

Los miembros de las Águilas Plateadas se acercaron a recibir a Sora cuando oyeron sus gritos. La niña había vuelto corriendo y estaba jadeante.

-¿Y Blake? –preguntó tensa Quiria, una mujer alta y morena que llevaba un cinturón repleto de dagas.

-Está dentro –dijo Sora –, está bien pero no quiere dejar los cofres sin vigilancia. Hay una trampa y no podemos cargar con todos. Estas son las notas, si las seguís llegaréis hasta él sin problemas. Cuando estéis en la zona en la que hay unos agujeros en la pared, tendréis que ir trepando por la que está enfrente, lo pone aquí, me ha dicho que bajen dos por lo menos.

-Dalmi, Rein –dijo Power haciendo un gesto con la cabeza. Sora les entregó las anotaciones y ambos entraron en el subterráneo en cuanto Ruth les lanzó el hechizo iluminador.

-¿Pesaban tanto? –preguntó Fayna incrédula.

-Un poco, pero Blake se rompió el brazo y no puede cargar con mucho peso.

-Llevabais plantas, ¿por qué no os habéis curado? –dijo Ezequiel señalando las quemaduras y la mano de Sora.

-Las usamos, todas.

-¿Todas? –pregunto el clérigo extrañado.

-Sí. Blake se partió el brazo intentando romper la puerta de la cámara del tesoro. A mí el mímico me atacó con ácido y…

-Espera espera espera –dijo con escepticismo Manos Rápidas -. ¿Has dicho mímico?

-Sí, era un cofre lleno de dientes –Sora hizo un gesto con los brazos intentando imitar una boca gigante abriéndose y cerrándose –y dos piernas superlargas y…

-Y manos gigantes –añadió el bardo, a lo que Sora asintió –. Conoces los cantares de Espigal. ¿Pero de verdad quieres que nos creamos que había un mímico ahí abajo?

-Lo había y lo maté –se ofuscó Sora.

Hubo una carcajada general.

-¡Es verdad! Yo ni siquiera sabía lo que era un mímico –gritó la niña enfadada -. ¡Blake fue quien me dijo que era un mímico!

-Parece que Blake te ha tomado el pelo jajaja. Un mímico dice -rió Archi.

-¡Que os digo que es verdad! –rugió Sora a punto de llorar.

-¡Basta! –interrumpió Ezequiel –Ven, voy a curarte.

Ambos se alejaron del grupo seguidos por Fayna y Hanna. Se sentaron en la arena y tras recitar unas palabras en voz baja, de las manos del clérigo apareció una luz anaranjada.

-Acerca la mano.

Sora le tendió la mano y volvió a notar esa cálida sensación. Vio como los tejidos de su piel reaparecían poco a poco, curándose por completo.

-¿De verdad había un mímico? –preguntó Hanna interesada.

-¡No miento! El mímico me atacó y tuve que saltar a su boca para matarlo desde dentro. Ahí fue cuando empezó a lanzar ácido. La daga… -dijo mirando a Fayna con preocupación -Se rompió. ¡Lo siento de verdad! –se apresuró a decir –¡El ácido la destrozó! ¡Quería traer lo que quedaba pero Blake me dijo que todavía tenía restos de ácido y que no quería quemarse! ¡Lo siento, lo siento mucho! ¡Blake dijo que era muy valiosa!

Sora estaba a punto de llorar otra vez. Fayna se quedó mirándola unos momentos con una expresión vacía en el rostro.

-Solo era una daga, no te preocupes.

-¡Cuando tenga dinero te compraré otra igual de buena! ¡Te lo juro!

-Es una promesa –dijo mostrándola una cálida sonrisa que le reconfortó más incluso que la sanación de Ezequiel. El anciano le acercó las manos a la cara para curar una de las quemaduras que tenía en la mejilla.

-Supongo que el ácido te quemaría la ropa y por eso vienes con la túnica de Blake ¿verdad? ¿Tienes más quemaduras aparte de las del brazo y las piernas?

-Sí, cerca del ombligo una más –dijo la chica que se había anudado la túnica alrededor del cuerpo como había podido, ya que era demasiado grande como para ponérsela sin pisarse la parte baja de la prenda y tropezarse, dando como resultado el gurruño disforme con el que se cubría.

-Te la curaré. Cuando acabe ve donde los camellos y busca algo de ropa. ¿Has traído de recambio verdad? –Sora hizo un gesto afirmativo y el clérigo continuó con su labor.

-¿Qué tal era el tesoro? ¿Recuperamos lo perdido? –preguntó Hanna entusiasmada.

-No estoy segura. Tres de los cofres solo tenían rocas, pero dos estaban repletos de oro y joyas. Aun así Blake ha insistido en traer los cinco.

-¿Rocas? –preguntó Hanna estupefacta.

Siguieron hablando de lo sucedido en el interior del subterráneo hasta que la voz de Quiria les interrumpió.

-¡BLAKE YA HA LLEGADO!

Todas las águilas se acercaron a la zona de la entrada, de la que aparecieron Blake, arrastrando un cofre con su brazo sano, y Dalmi y Rein cargando dos cada uno. Iban alegres, sonrientes y bromeando.

-¡Hola familia! Espero que me hayáis echado de menos –saludó el pelirrojo -¡Casio!, pásame una túnica, sabes que me quemo con facilidad -al haberle dado a Sora su túnica de viaje, Blake iba cubierto nada más que por una fina camisa blanca sin mangas y unos pantalones de tela, los cuales le llegaban poco más abajo de la rodilla.

-Blake –dijo Manos Rápidas evitando que la conversación derivase en otro tema que no fuera el mímico –, si le llenas la cabeza de pajaritos a la niña empezará a fantasear cosa mala.

-¿Por? -preguntó Blake mientras se ponía la túnica que le había traído Casio, un hombre bajito con una musculatura fibrosa y con una ancha nariz y pobladas cejas, al contrario que su cabeza, donde el poco pelo que tenía lo llevaba recogido en una coleta.

-Dice que ha matado un mímico, y que TÚ le has dicho que lo era.

-De hecho lo era.

-No jodas Blake –replicó Simmon -. Los mímicos son un cuento. No es más que un hombre del saco que pretende asustar a los niños para que les de miedo robar. Incluso, si realmente existieran, solo habría en Anor Londo.

Blake se acercó a él y le tendió las notas –He acabado bastante cansado de ese lugar, si no te lo crees baja y compruébalo. Si quieres dile a Ruth que te lance un hechizo de emitir luz, por cierto buena rima. Si vas rapidito tardarás una hora en ir y otra en volver, pero cuidado, ya que va a anochecer, así que es probable que aparezcan varios escorpiones gigantes.

El resto de miembros miraban con nerviosismo. Todos eran guerreros experimentados que se habían encontrado con centenares de criaturas de todo tipo, pero los mímicos eran algo perteneciente al mundo de los dioses.

-Sé que es difícil de creer –dijo Blake dirigiéndose a todos –, pero cuando veáis lo que hemos conseguido seguro que cambiáis de opinión.

Abrió los dos cofres repletos de riquezas.

-¿Qué os parece?

-No está mal -dijo Power acercándose a mirar más detenidamente el contenido de los cofres-. Con esto recuperaremos prácticamente todo lo que perdimos en Pladilia.

-Recuerda que tenemos que darle la mitad a Benny –le insistió Archi –. Es un buen tesoro, pero no nos llega para recuperar lo perdido.

-Aun así recuerda también que con ese tesoro pagamos una incorporación. La niña parece ser muy capaz –replicó Ezequiel.

-Pero recuerda tú también que perdimos a Hasim –dijo Simmon –. Incluso si les pusiéramos a los dos al mismo nivel seguiríamos habiendo perdido dinero.

-Calma, calma muchachos. Todos tenemos que recordar cosas, pero aún quedan tres cofres –dijo Dalmi entusiasmado–. Blake no nos ha dejado abrirlos, nos ha dicho que era una sorpresa.

-Sora decía que estaban repletos de rocas –intervino Hanna.

-Pues menuda mierda de sorpresa –se quejó Rein –¿Nos has hecho cargar con cofres llenos de rocas?

-¡Sí! Pero no os vais a creer qué rocas son –dijo Blake con una sonrisa maliciosa –. ¡Preparaos!

Se acercó a los cofres y los colocó formando un triángulo para que el corro pudiera ver su interior y, entonces, los abrió.

-Pues es verdad que eran rocas –dijo Hanna decepcionada.

-¿Lo veis? –replicó Sora, pero entonces se dio cuenta que algo raro pasaba. La mayoría tenían caras de decepción y hastío, pero algunos como Fayna, Simmon o Power se habían quedado muy quietos.

Tras unos segundos, en los que nadie dijo nada, Ezequiel rompió el silencio.

-Eso… ¿eso es Titanita?

-Sabía que tú lo distinguirías –dijo Blake sonriente –. Power, seguro que tú sabes de esto también.

Power se acercó a los cofres muy despacio.

-Hay muchos fragmentos… y este… -sacó uno especialmente grande –¿Esta es una losa de titanita? ¡Esto es valiosísimo! –dijo temblando.

-¿Y esa titanita es titanita azul? –preguntó Ruth –Hay de muchos tipos… piedras de luz de luna… piedras filosas…

-Blake… ¿A quién cojones le hemos robado? –dijo sudando Simmon.

-¿Ahora veis posible que hubiera un mímico? –preguntó Blake sonriendo mirando alternativamente a Simmon y a Manos Rápidas.

-Niña creo que te debo una disculpa –dijo el bardo en voz baja con los ojos abiertos como platos –, esto es increíble.

-¿Tanto valor tienen? –preguntó Hanna a Fayna entusiasmada.

-Puede… que con esto pudiésemos comprar una aldea entera.

-Sí, y nos sobraría para un par de castillos –dijo Blake riendo alegremente.

-¿En serio? –Quiria casi cayó de culo al oír la noticia –Eso es genial, entonces hemos ganado una fortuna…

-No sé si es buena idea –dijo muy despacio Simmon –. No creo que haya tantos minerales como estos juntos en ningún reino. Un buen herrero podría forjar armas suficientes para un ejército con esto y, con esa losa… Se podría crear un arma de leyenda.

-¿Tan buena sería una espada hecha con eso? –preguntó Sora.

-¿Cómo crees que se forjan esas armas de las que seguro tanto has escuchado? –señaló Manos Rápidas –El Espadón de Artorias, la Espada del Rey del Cementerio, la Lanza del Asesino de Dragones, el Hacha del Gólem… ¿Acaso crees que esas armas fueron forjadas por hierro normal?

-Las armas forjadas con minerales corrientes tienen un límite –añadió Fayna –. Si golpeas una roca con una espada lo más probable es que esta se quiebre. Para evitarlo podemos canalizar nuestra energía a las armas, de esta forma no solo no se romperán, además podremos atravesar muros o armaduras.

La clave está en que estas armas son capaces de hacer todo eso sin que el usuario canalice su energía. Una espada forjada con una roca filosa podría rebanar un muro como un flan, simplemente dejándola caer. Hay armas malditas que envenenan a aquellos a los que cortan sin tener que untarlas en veneno. Otras prenden todo aquello contra lo que impactan, por muy inútil que sea un soldado, solo golpeando la armadura de un enemigo esta prendería. Sin acertar ningún golpe letal, un soldado ordinario podría acabar con cinco o seis solados de su nivel gracias a una espada flamígera. Si fuese un guerrero increíblemente poderoso, como Artorias –por un momento palideció –, podría matar a un dragón, atravesar su piel y cortarle la cabeza.

-Creo que deberíamos dejar esto otra vez donde lo encontramos –dijo Simmon cada vez más nervioso.

-¿Qué clase de broma es esta? Incluso repartiendo entre tantos esto nos hará ricos a todos –replicó un miembro de las Águilas Plateadas al que Sora no conocía, el cual llevaba una frondosa barba y tenía una cicatriz en la ceja izquierda.

-Aquí hay demasiados minerales legendarios, ni en la gran mina de Boletaria se extraen tantos. Además, decías que había un mímico, vamos a decir que fuese verdad –comenzó Simmon.

-Es que es verdad –replicó Blake.

-Lo que sea –rezongó –. Los mímicos solo se encuentran en Anor Londo. ¿No atas cabos? Nunca se ha visto tanto mineral mágico junto y lo custodia una criatura del reino de los dioses. Blake, ¿a quién cojones le estamos robando?

Simmon realmente parecía muy asustado.

-Tranquilo amigo –dijo Blake con una sonrisa que no llegaba a acompañar el matiz de seriedad con el que hablaba –. Los dioses llevan siglos sin bajar de Anor Londo. Solo los ascendidos como Artorias o Havel se dejaban ver de vez en cuando. Además, pensándolo bien, ¿para qué iban a esconder algo aquí?

-Cierto –le apoyó Manos Rápidas –. ¿Si quieres esconder algo no sería mejor dejarlo en Anor Londo? Allí solo otros dioses o los ascendidos podrían robarlo. Escondiéndolo aquí pueden robártelo esos mismos y el resto de mortales o criaturas.

-¿Y si es algún tipo de prueba? –apuntó Miguel.

-Bien visto –coincidió el bardo –. Un premio de los dioses para aquel que consiga superar sus pruebas. No sería la primera vez que pasa algo así.

Los integrantes de las Águilas Plateadas comenzaron a debatir sobre qué hacer con el tesoro. Finalmente Blake alzó su voz pidiendo la atención de sus camaradas.

-Esto es muy sencillo, votemos. Yo me comprometí a traeros un botín igual o superior al que perdimos en Pladilia, he cumplido. Si vosotros queréis dejarlo aquí no tendré ningún problema, pero será decisión vuestra. No quiero que luego nadie me recrimine lo que les dimos a los pladilienses. Eso por un lado, por otro, el problema acerca del origen del tesoro. No sé si se os ha olvidado, pero tenemos a un hombre que ha estudiado a los dioses, cuya fe por ellos es plena. Ezequiel, ilumínanos. ¿Qué opinas de todo esto?

El clérigo carraspeó y habló alto para que lo oyeran todos.

-Teniendo en cuenta las cantidades que estamos tratando y al mímico guardián, lo más probable es que este sea un tesoro del reino de los dioses, eso parece indiscutible. ¿El motivo? Como bien habéis apuntado, los dioses han buscado probar la valía y han recompensado a varios guerreros a los largo de la historia. No se me ocurre un motivo para que los dioses saquen tan valioso tesoro de su reino. Por lo tanto, pienso, esto debe ser un premio para aquellos que prueben su valor y fuerza, al igual que hicieron con el caballero Sir Heimder en las pruebas de la Caverna Inundada.

Dicho sea no hay forma de saber con seguridad cuáles son los designios de los dioses, por eso… ¡Dioses! ¡Si nos escucháis estamos abiertos a devolveros lo que es vuestro! –dijo gritando a los cielos -¡Nuestro objetivo sería venderlo, tarea que nos llevará largo tiempo, por lo que si nos llega un enviado lo devolveremos sin oposición. De no obtener señal alguna entenderemos que es un regalo de los dioses y que contamos con vuestra bendición!

-¿Estás más tranquilo así? –preguntó Blake a Simmon. Este asintió notablemente más relajado –Bien, hermanos, ¿NOS LLEVAMOS EL TESORO?

Un sí prácticamente unísono rugió de los bandidos. Como ya estaba anocheciendo montaron el campamento; bebieron para celebrar su éxito el vino de unas ánforas que transportaban. Cenaron alegres, riendo y hablando de lo que podrían hacer con el tesoro. Muchos se acercaron a Blake para felicitarlo y agradecerle su decisión, otros le preguntaron a Sora por el mímico, por cómo era y cómo lo había derrotado. Manos Rápidas se ofreció a componer una canción por su victoria, pero a Sora le dio mucha vergüenza y le pidió que no lo hiciera. Poco a poco los bandidos fueron marchándose a dormir, dejando que el silencio se apoderase del desierto.

-Parece que todo ha ido bien –Fayna se acercó a Blake. El líder se había marchado a mitad de la fiesta, se sentaba solo a cierta distancia del campamento, observando el despejado cielo, admirando la hermosa visión de las estrellas.

-Ha sido un día complicado –dijo sonriente Blake –. Pero parece que hemos estabilizado los ánimos del grupo, además, parece que la niña ha empezado a integrarse.

-Sí, me tenía preocupada, pero parece que solo necesitaba tiempo.

-Se tarda en confiar en alguien. Parece que se siente cómoda con Hanna, con Ezequiel… y contigo…

-Apenas me ha dirigido la palabra –repuso Fayna sorprendida.

-No hace falta –dijo Blake divertido por la reacción de la mujer –. Solo hay que ver cómo te mira. La impresionas. La tiraste del tejado en Pladilia ¿verdad? Posiblemente hayas sido la primera persona que la hiciera caer de culo en años. No te lo creerás, pero después de haber sufrido lo insufrible allí abajo, estaba a un plis de llorar porque se había roto tu daga, lo cual –dijo mientras se incorporaba –me lleva a pensar que a ti también te gusta ella. ¿Por qué le diste la daga de Balnir?

-Simplemente porque… no tenía armas, algo tendría que bajar –dijo atropelladamente.

-Tenemos tantas dagas que las podríamos regalar. Podríamos suministrar dagas a la mitad de los reinos del mundo. Podíamos haberle pedido una a Quiria, creo que lleva un par de ellas en las botas, ah sí, y quince en el cinturón –se puso serio –. ¿Por qué le diste la daga de tu difunto marido a una niña que ni siquiera conoces?

Fayna se quedó mirándolo, por unos momentos a Blake le pareció ver pasar un haz de tristeza por su rostro, pero fue tan rápido que no supo si lo había visto o lo había imaginado.

-Supongo… que bueno, es una niña, debemos protegerla. Además… me recuerda a alguien.

-¿Aquella mujer?

-Sí… se parecen ¿sabes? –dijo sonriendo tímidamente -Y le debo mucho… Quiero que esta niña sea fuerte. Tiene potencial, mucho más que el que tenía yo a su edad.

-Sabía que te había caído bien –y esbozó una satisfecha sonrisa.

-Pero no creas que me engañas –dijo ella también alegre –. A ti también te gusta, no habrías querido que la entrenara si no hubiera sido así.

-Es una niña peculiar, no te lo voy a negar –respondió encogiéndose de hombros.

-Y dime ¿qué planeas que hagamos ahora? Si voy a entrenar Hanna y a ella necesitaremos un sitio apartado. ¿Iremos a la guarida número tres?

-No, a la seis. Está bastante apartada de cualquier zona habitable, solo un par de pequeños pueblos y lo suficientemente lejos como para que no molesten. Un bosque alrededor nos vendrá bien para ocultar el botín y podréis entreteneros cazando jabalíes.

-¿Cómo piensas vender la mercancía?

-Nos dividiremos en cinco grupos –le informó Blake -. Tú y yo lideraremos a la mayoría y nos dirigiremos a la guarida seis. Por otro lado quiero que Gunnar, Power, Simmon y Ezequiel se marchen a buscar compradores. Cada uno elegirá a dos hermanos para que los acompañen. Viajar solo tres puede ser algo peligroso, pero no conviene que se nos vea mucho. Es un botín que será muy codiciado. Nada de hablar directamente con los reyes ni los nobles, siempre a través de intermediarios, siempre alejados de sus fortalezas. Apuesto a que más de uno de esos capullos perfumados estaría dispuesto a arrancarnos la piel a tiras para intentar arrebatárnoslo.

-¿A dónde los mandarás?

-A los ocho reinos con más posibilidades de venta ahora mismo. Astora, Lordran, Boletaria, Carim, Catarina, Zakarn, el Archipiélago del Fuego y Dragneilc.

-¿Nada en el este? ¿Y Vinheim?

-No le venderemos nada a un país esclavista. Vinheim sé que nos lo comprará, pero también sé que serán los que menos pagarán por ello. Su poder reside en los hechizos, lo único que de verdad necesitan son titanitas azules, el resto no les es realmente necesario más allá de su estudio. Hay muchos reinos, pero no podemos tirarnos toda la vida intentando venderlo. Necesitamos endosárselo a países con grandes herreros, bélicos, con un gran ejército, que estén en guerra, que expandan sus territorios –numeró Blake –, pero sobre todo que sean muy solventes. Gunnar irá a Catarina y al Archipiélago del Fuego. Son tierras ricas con poderosos caballeros, se sentirá bien allí. Los de Catarina llevan un casco que parece una cebolla, son supergraciosos, deberías verlos. Simmon –prosiguió al ver que a Fayna no parecía entusiasmarle mucho la idea de un señor con un casco en forma de cebolla –irá a Carim y Zakarn. Son reinos con mucho dinero, pero es gente un tanto peligrosa, quiero que vaya alguien que sepa negociar.

Power marchará a Dragneilc. Está en el quinto coño así que con esa tarea tendrá para un año tranquilamente. Es un reino en el que la magia está muy bien vista, un piromántico como él podrá pasearse por las calles tranquilamente.

Ezequiel se encargará de Bolertaria, de Astora y de Lordran.

-¿Boletaria? ¿No tiene otra religión?

-Creen en un sabio creador, pero aceptan la existencia de Gwyn como una parte más de ese gran sabio. Un hombre de fe y diplomático como el bueno de Eze podrá desenvolverse como pez en el agua en Boletaria. Además, el rey Allant está decidido a que su reino sea el más grande y poderoso del mundo. Por suerte es alguien noble de corazón, busca lo mejor para su reino, al igual que el Rey Doran, el Semidiós.

No creo que haya de qué preocuparse –añadió al ver la cara dubitativa de la mujer -, estuve un par de veces allí antes de conocernos, y créeme, sus reyes en verdad merecen la pena.

Siguiendo con el recorrido, también quiero que vaya a Astora, tienen los mejores guerreros y los mejores herreros, increíblemente devotos y no menos ricos. Por último el gran reino de Lordran. ¿Qué mejor que enviar a un clérigo a negociar a la tierra natal de Gwyn?

-Parece que no volveremos a juntarnos todos durante una temporada –lamentó Fayna.

-Tardaremos entre uno y tres años en vender todo esto –Blake se levantó –. Creo que deberíamos dormir, por la mañana habrá que organizar todo esto. Por cierto –dijo parándose en seco mientras se hurgaba los bolsillos –. Lo recogí sin que la chica se diera cuenta, no quería que se sintiera culpable –y le entregó los restos oxidados de la daga –. Incluso después de muerto aún sigue protegiendo a una niña. Gracias, gracias porque siempre habéis estado ahí cuando os he necesitado.

Blake se marchó. Cuando ya se encontraba lo suficientemente alejado, Fayna cayó de rodillas al suelo, llorando silenciosamente mientras abrazaba los últimos restos de las pertenencias de su marido. Cavó un pequeño hoyo en la arena y dejó la inservible daga en su interior. La cubrió, rezó una oración y volvió con el grupo.

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