Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo VI La niña y el gigante

 Capítulo VI La niña y el gigante

No sabía cómo se había metido en esto. El día anterior se lo había pasado dando de comer a las cabras y cumpliendo unos recados y, ahora, estaba a punto de pelear a muerte contra un tipo inmenso porque unos bandidos le estaban haciendo chantaje.

-Toma –Mahesh le ofreció su espada. Estaba algo magullado y un chorretón de sangre le recorría la cara –. Es un regalo.

-Es tu espada, no puedo…

-Tómala. Es lo único que puedo hacer para ayudarte pequeña –le cogió una mano y la llevó hacia la espada para que la agarrase –. ¿Te acuerdas de todo lo que te hemos enseñado? Sé que no ha sido mucho, pero son las bases de la esgrima, espero que te sirvan.

Blake, el líder de la banda, había permitido a un pequeño grupo que se acercara a Sora antes del combate, mientras el resto de pladilienses aún seguían arrodillados, vigilados muy de cerca por los bandidos.

-¿Crees que podrás con él? –preguntó Lou –Es muy grande.

-He ganado a gente casi tan grande como él, solo tendré que esforzarme un poco más –dijo fingiendo seguridad. Lo cierto es que estaba muy nerviosa, nunca había tenido una pelea de ese nivel y menos con armas, pero lo peor era la presión. Las palabras de Yassir, lejos de tranquilizarla, le hicieron sentirse aún más ansiosa y preocupada.

-Te encomendamos el destino del pueblo –le susurró el gobernador –. No hay más opción que la victoria, por favor Sora, acaba con él.

-No se preocupe –respondió haciendo un gran esfuerzo para que no le temblara la voz.

Sora se acercó al centro del círculo. Hasim estaba allí, esperándola con una sonrisa burlona.

-¡Blake! Cuando le parta el cráneo a esta niña me la follaré delante de ti, así entenderás lo que pasa cuando intentan engañarme –gritó el hombre.

Se pusieron frente a frente y el clérigo se situó entre los dos.

-Supongo que no me habré de preocupar por que vuelvas a atacarme. ¿Me equivoco?

-Tranquilo viejo, me desahogaré con ella –dijo el gigantón entre risas.

-Dame tu mano –el clérigo sacó una daga y realizó un fino corte en el dorso de la mano de Hasim, manchándola con su sangre –. ¡Dioses! –exclamó el clérigo con los brazos alzados hacia el cielo -Estamos aquí reunidos para iniciar un combate entre este hombre y esta niña. De acuerdo a los códigos de nuestra orden, un miembro del consejo puede solicitar que la admisión del aspirante se produzca a través de una lucha a muerte. ¡El miembro del consejo os ofrece su sangre, como muestra de respeto y compromiso con el código de nuestra asociación!

El hombre se acercó a la hoguera que habían encendido en uno de los laterales de la plaza, dejando caer unas gotas de la sangre de Hasim al fuego. Todos los presentes pudieron sentir una repentina y leve brisa.

Sora miró con nerviosismo al siervo de los dioses, que se acercó a ella limpiando la daga con un pañuelo.

-Tu mano niña.

Sora le tendió la mano y notó cómo el metal le hacía un fino corte en la piel.

-Y esta es la sangre de la muchacha que quiere formar parte de nuestra orden, la cual ofrece como gesto de compromiso con sus futuros hermanos y hermanas, prometiendo protegerlos, prometiendo que jamás elucubrará contra ellos, prometiendo que jamás matará a uno de sus hermanos a no ser que este se lo pida. Así mismo jura lealtad a la orden, a sus códigos y a sus normas.

El clérigo derramó unas gotas de la sangre de Sora sobre el fuego, al instante, un fuerte viento inundó la plaza, un chillido desgarrador sonó en los cielos y un terrible frío sobrecogió a los presentes, tan repentinamente como se había manifestado, desapareció.

-¿Alguna vez habías visto algo como esto? –preguntó Fayna impresionada.

-¡Nunca! –respondió Blake exuberante de felicidad y algo sudoroso.

-Parece que tienes algo que agrada a los dioses jovencita -le dijo el clérigo a Sora mientras sonreía.

Esta no supo qué contestar, aunque tampoco habría podido decir nada, ya que Hasim interrumpió el momento con una grosería.

-Está bien –dijo el clérigo ceñudo –. Estos dos guerreros comenzarán una lucha en la que solo uno puede vivir. Que los dioses guíen sus espadas –retrocedió varios pasos-. ¡COMENZAD!

Hasim lanzó un tajó lateral con su mano derecha, Sora previó el ataque y, sujetando la espada con las dos manos, la movió al encuentro de la de su contrincante. Ambas espadas chocaron con fuerza. Pudo ver la cara de sorpresa de Hasim, estaba claro que se pensaba que la chica saldría por los aires, pero ahí estaba aguantando el golpe.

Sora también estaba sorprendida, nadie en el pueblo podía competir en fuerza contra ella, ni siquiera los herreros. Este tipo, sin embargo, era más fuerte que un buey.

Las espadas se separaron. Hasim volvió a cargar con un ataque en diagonal, Sora se agachó mientras giraba su cuerpo para posicionarse en el costado del bandido, tratando de apuñalarlo. El plan no dio resultado, ya que mientras el brazo derecho de Hasim trazaba el ataque en diagonal, soltó la espada para recogerla con la mano izquierda y efectuar una estocada en la trayectoria de la espada de Sora, desequilibrándola y haciéndola retroceder.

Los bandidos gritaban, pero ninguno de los dos les prestaba atención, tenían muy claro que cualquier despiste podría suponer la muerte.

Sora estaba en una clara desventaja por su altura, pero sabía que el musculoso hombre era consciente de ello, así que se lanzó de frente y Hasim respondió yendo hacia ella. Cuando este lanzó otro tajo lateral, la niña dio una voltereta en el aire mientras la cimitarra del gigante le pasaba por debajo, realizando un giro completo para acabar estrellando el filo del arma en el hombro de Hasim. Rápidamente apoyó los pies sobre el cuerpo de este y tomó impulso hacia atrás para salir de la trayectoria de su mano izquierda, la cual se dirigía hacia ella para agarrarla del pelo, pero pudo escapar a tiempo y la sangre comenzó a brotar del hombro del bandido.

Tras un brusco aterrizaje se incorporó rápidamente y lo vio furioso, parecía que le iba a salir espuma por la boca como a un perro rabioso. Sora sonrió aunque con cierta tristeza. El ataque iba directo a la cabeza de Hasim, pero había conseguido esquivar el golpe lo suficiente para evitar que fuese letal. De haber atacado a un hombre normal posiblemente le habría cortado el brazo, sin embargo, su fibrosa musculatura había evitado que la espada se clavase excesivamente hondo.

Esta vez fue Hasim quien se lanzó al ataque, hizo una finta que pilló a Sora desprevenida y volvió a atacar por un lateral, Sora se dispuso a chocar su espada contra la cimitarra del bandido, pero en cuanto los metales se tocaron, notó algo raro y se dejó caer de espaldas al suelo. La cimitarra de Hasim partió en dos la espada de Sora, dejándola con poco más metal que el de la empuñadura.

Al tirarse al suelo había evitado meterse en la trayectoria de la espada, de no haberlo hecho, esa cimitarra se habría llevado por delante no solo su arma, sino la mitad de su cuerpo como añadido.

Hasim sonrió sádicamente e intentó ensartarla. Ágilmente, la chica rodó por el suelo para esquivar el ataque. ¿Cómo había conseguido que la espada cortara tanto? No lo sabía, lo único que sabía es que estaba bien jodida, y agarró la empuñadura de su espada rota con más fuerza. Un sudor frío empezó a recorrer su cuerpo.

-La chica aún está verde –comentó Gunnar a Blake.

-Es normal, solo ha sido entrenada como un soldado más. No tiene ni idea de cómo canalizar su energía a través del arma, tendrás que enseñarle a hacerlo –dijo mirando a Fayna.

-¿Enseñarle? Es buena, pero ha perdido la espada. ¿En serio crees que puede ganar? –preguntó el clérigo mientras veía como la niña recibía otro corte. Se había dedicado a esquivar los ataques de Hasim en un desesperado intento de encontrar alguna apertura, pero entre la espada rota y su baja estatura era imposible acercarse lo suficiente. Además Hasim estaba adelantándose a los movimientos de la chica, que esquivaba los golpes en el último instante. Ya se había llevado dos pequeños cortes en la cara y uno un poco más profundo en el brazo, si no fuera por su velocidad ya estaría muerta.

-Lo que pasa es que tú eres un clérigo. Te sacan de los libros sagrados y te pierdes, mírala a los ojos –le recriminó Blake burlonamente.

El hombre miró los ojos de la chica, que justo había saltado a la derecha para encontrar una apertura, pero tuvo que retroceder rápidamente para evitar que Hasim le cortara la cabeza de un espadazo. Pudo ver que su vista estaba fija, mirando a los ojos de Hasim. Su mirada desprendía rabia y determinación, pero también miedo y preocupación…

-Sigo sin entenderlo –sentenció.

-Hay que ver cuanta ignorancia –dijo Blake con sorna –. Mucho milagrito pero que poco sabes de peleas. Hasim es un capullo y la chica se está aprovechando, tú lo ves verdad Fay… oye ¿a dónde vas?

-Esto ya ha terminado y me está aburriendo. Voy a decirle a Hanna que tendrá una nueva compañera de entrenamiento.

Sora recibió otro tajo, esta vez en el lateral de la mandíbula, saltándole un pequeño pedazo de carne y permitiendo que se le vieran ligeramente los dientes y las encías desde su perfil. Hasim estaba eufórico y volvió a cargar, esta vez sería la definitiva. La chica entornó los ojos hacia su izquierda, preparó su cuerpo para saltar en esa dirección y Hasim lanzó un golpe descendente a su encuentro, esta vez la pillaría en el aire y la partiría por la mitad… pero la chica no saltó. Rectificó la posición de su cuerpo, tomó impulso y, en cuanto la cimitarra de Hasim chocó contra el suelo, ella ya estaba llegando hasta su cuello, empuñando con fuerza los restos de su espada mientras los introducía bajo de la mandíbula del hombre.

Rápidamente sacó la espada en diagonal, intentando producir el mayor daño posible. Buscó su arteria clavando de nuevo la espada en un asustado Hasim que apenas había tenido tiempo de reaccionar. El hombre intentó cogerla con su mano libre, pero la chica, precavida, se soltó antes de que pudiera agarrarla. Cayó  al suelo y rodó entre sus piernas. Mientras giraba cortó el tendón de su pié derecho con los restos de la espada, haciéndole perder el equilibrio. La mole se derrumbó hacia delante y Sora aprovechó para subir por su espalda.

En un desesperado intento, arrodillado, Hasim trató de clavarle la cimitarra pasándola por encima de su hombro, el golpe fue débil y Sora consiguió desviarlo con la empuñadura. Buscó su nuca y cortó. Automáticamente, mientras el cuerpo de Hasim caía definitivamente al suelo, clavó la espada en el lateral de su cabeza una y otra y otra y otra...

-¡Suficiente!

Sora notó una cálida mano sujetando su muñeca. Jadeante, alzó la vista y vio al clérigo mirándola con cierta preocupación en su rostro.

Sora recobró la compostura y se dio cuenta de lo que le dolía todo el cuerpo.

-Hace al menos treinta puñaladas que está muerto –le dijo el hombre soltando su mano. La chica bajó la vista para ver la masa de carne deforme e irreconocible en la que se había convertido la mitad superior de Hasim.

De pronto, sintió un calor ardiente en la mano en la que el clérigo le había cortado y miró asustada. Un águila había aparecido como si fuese un tatuaje, desapareciendo un instante después.

-¡Eres una de los nuestros! –Blake se había acercado sonriente –¡Es un placer darte la bienvenida! Eres el miembro más joven, pero no creas que vamos a...

-Blake ahora no, está en shock –repuso el clérigo enfadado.

El líder de las Águilas Plateadas miró a la niña, tenía la mirada perdida, estaba cubierta de sangre, completamente pálida y rilando.

-Llévatela y cúrala las heridas –dijo en un tono más serio –. Iré dentro de un rato.

-Ven –el clérigo la cogió de la mano y se la llevó de la plaza.

A Sora la pitaban los oídos. Podía percibir ciertos gritos, parecían de alegría, pero tenía la mente demasiado nublada como para entenderlo bien, percibía algunas cosas, pero todas mal y estaba muy desubicada.

-¿Estás mejor?

Notó un fuerte calor que la inundaba el cuerpo, su visión se empezó a aclarar y enfocó al clérigo, envuelto en una brillante luz dorada, arrodillado frente a ella mientras recitaba una oración. El calor era muy agradable, sentía como si estuviera flotando y el dolor de las heridas desaparecía poco a poco. Se palpó la cara y pudo sentir como el agujero de su majilla se iba cerrando.

-No te toques –la mujer de la lanza también estaba sentada junto a ella –, si no las heridas no se cerrarán bien -le cogió de la mano y se la bajó. Aturdida y abochornada por aquel calor se quedó plácidamente dormida.

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