Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo XIII El monstruo aparece
Capítulo XIII El monstruo aparece
La chica sospechaba que Blake
tendría mucha fuerza, ya que Hanna y Miguel le habían dicho que era más fuerte
que Hasim, pero no esperaba salir disparada a tanta velocidad. No había
parpadeado y ya estaba en mitad de la estancia. Rápidamente hizo fuerza con los
abdominales para elevar las piernas y dar una vuelta hacia atrás, quedando a
cuatro patas. Con la daga en alto se incorporó.
Si hubiese tardado una décima de
segundo más se habría abierto la cabeza con la pared, de la cual se había
quedado a menos de un palmo.
-¿Estás bien? –oyó gritar a Blake
al otro lado.
-Espera –dijo en un tono bajo
pero lo suficientemente fuerte como para que Blake lo oyera.
En el momento en el que se
incorporó había aguzado todos sus sentidos, intentando percibir cualquier
movimiento. Sus ojos recorrían la sala de arriba abajo, a los laterales,
pasando detenidamente por el elevado techo, por el suelo, a la espera de que
algo fuese a saltarle encima de repente… pero nada.
-¡Todo bien! -dijo destensando un
poco los músculos mientras se recolocaba el saquito de las hierbas. Por suerte
la tela de las túnicas de viaje era muy resistente y no se había desgarrado al
deslizarse –Aquí no hay nada.
-¿Segura? –se extrañó Blake.
-Sí. Hay seis cofres, pero nada
más.
Blake se quedó pensativo. No
podía ser que no hubiera nada, el monstruo al que Benny escuchó debería estar
ahí.
-¡Tal vez se trate de algo que se
camufla, ándate con cuidado!
-Estoy concentrada en escuchar
pero no oigo nada, tampoco puedo olerlo.
-Sigue a la espera un poco más.
Pasaron cinco minutos.
-¿Nada? –preguntó sorprendido
Blake.
-Nada –le indicó la chica –. No
puedo escuchar nada arrastrarse o moverse.
-Sigue alerta por si acaso. ¿Cómo
son los cofres?
-Muy grandes, no cabrían por el
agujero –le dijo sin moverse todavía de donde estaba –. Son todos de madera con
algunas partes de hierro. Parecen iguales. ¿Los abro?
-¡No! Podría ser una trampa.
Déjame pensar… ¿El suelo está también hechizado? ¿Ves algún resquicio en el
techo, el suelo o la pared? ¿Hay formas irregulares?
Sora repasó de nuevo la
habitación con la vista y palpó el suelo notando de nuevo aquella corriente,
pero sin asustarse esta vez.
-Está hechizado, pero al lado de
la puerta hay una piedra roja que parece del mismo tamaño que el hueco de
fuera, está colgada de la pared con un cordel.
-¡Es la llave! ¿Puedes cogerla?
–preguntó Blake ansioso.
-Sí, la puerta por este lado
también tiene un hueco. ¿Te abro?
Blake seguía pensando que algo se
les estaba escapando. El niño que llevó Benny había muerto, el viejo lo escuchó
gritar y escuchó también el ruido de unas fauces, pero Sora no había visto
nada. ¿Dónde estaba el cadáver del crío? El único sitio en el que podía estar
era dentro de los cofres, pero ¿qué criatura guardaría su comida dentro de un
cofre? Lo lógico sería pensar que lo habría devorado entero sin dejar siquiera
los huesos. ¿Entonces dónde estaba el ser? ¿Realmente podría ser invisible?
¿Por qué no había atacado ya? Y la chica confiaba en su oído y su olfato, ¿cómo
es que no lo escuchaba o lo olía? ¿Estaría esperando dentro de los cofres? No
conocía ninguna criatura guardiana tan inteligente como para perpetrar semejante plan,
además, si cabía en los cofres, ¿qué le impedía marcharse por el agujero?
Estaba bloqueado, le dolía la
cabeza de pensar y quería acabar con esa mierda cuanto antes. Repasó
mentalmente todas las criaturas guardianas que pudieran ocurrírsele, todas las
especies peligrosas de aquel reino… pero no era capaz de encontrar respuesta.
Sabía que existían lagartos que podrían camuflarse. ¿Y sus excrementos? Debería
haber restos de algo, cualquier cosa… ¿Y si realmente no había nada?… Ni de
coña, ese niño no se había muerto solo.
-Vale, vale –dijo pretendiendo
transmitir más calma en la voz de la que realmente sentía–. Pequeñaja estamos
atascados. Vas a tener que coger esa llave y abrir la puerta, ya dentro me
encargaré yo de revisarlo todo. ¡Pero ve muy despacio y sin bajar la guardia!
Si el suelo está protegido con un hechizo no debería activarse ninguna trampa
con las pisadas, pero aun así ándate con ojo.
-De acuerdo –respondió la chica
muy tensa y, con mucho cuidado, comenzó a moverse hacia la llave.
“Algo se me está escapando” pensó
Blake. Seguía repasando mentalmente todos los tipos de trampas que conocía,
todos los monstruos que pudiera haber, pero ninguno cuadraba con las
características y no creía que el oído de Benny hubiera fallado. Trató de
pensar en toda la información de la sala que tenían. La estancia era
rectangular, algo más grande que en la que se encontraba, con seis cofres
iguales… y si no hubiese un monstruo dentro de los cofres… y sí…
-¡SORA VUELVE AL AGU
Oyó un estruendo, movimiento, un
grito, un golpe seco en el suelo...
-¡Joder joder! –gritó Blake.
Pero cuando creía que la niña
estaría muerta oyó su voz, resquebrajada y asustada.
-El cofre, el cofre… tiene patas
y…
Sora había conseguido saltar al
ser por encima cuando este se había abalanzado sobre ella. No pudo contener un
grito al ver que del cofre habían salido dos brazos, terriblemente largos y
delgados, de los que unas manos desproporcionadamente grandes habían intentado agarrarla. Una
enorme lengua que casi podría envolver el propio cofre también salía de su
interior y, unos dientes sucios y afilados como cuchillas, se dejaban ver en la
apertura del ser, tanto en la parte de la tapa como de la caja. De la base del
cofre habían brotado un cuerpo y dos piernas, increíblemente delgadas para lo
alargadas que eran.
La criatura se puso en pie y miró
o percibió, ya que no parecía tener ojos, a la chica a su espalda. Ahora Sora
entendía por qué el techo estaba tan alto, el monstruo, a pesar de tener un
cuerpo tan delgado, medía algo más de tres varas de altura.
Lanzó una risa que Sora no supo
cómo identificar y se abalanzó sobre ella de nuevo, intentando agarrarla con
sus enormes manos.
-¡Es un mímico! –oía gritar a
Blake al otro lado -¡Es muy peligroso, tienes que salir de ahí ya!
-¡Eso intento! –gritó a su vez
Sora evitando por muy poco que el monstruo la agarrara de la cabeza.
Lo que no se esperaba es que el
mímico lanzase una patada. La había pillado con el pie cambiado al esquivar ese
último intento por agarrarla y decidió bloquearle con el brazo. El impacto fue
tan brutal, que de la potencia del golpe salió despedida y se estrelló con la
pared del otro lado de la habitación. Notó una fuerte descarga eléctrica que le
hizo contener la respiración durante un instante. A pesar de tener unas piernas
tan delgaditas, estas eran absurdamente fuertes, aquel bloqueo le había dañado
el brazo y se había fisurado las costillas.
-¡¿Sora que ha sido ese golpe?!
¡¿Sora?! ¡A la mierda!
Enguantado con los caestus se
puso en posición y lanzó un puñetazo a la puerta con todas sus fuerzas.
El torbellino surgido de la nada
en la habitación amenazó con mandarlo a volar hacia atrás, pero siguió haciendo
fuerza y empujando con el puño mientras destellos blanquecinos y chispas azules
inundaban la estancia. No podía retirar el brazo, si lo hacía saldría
despedido, tenía que atravesar aquella barrera mágica. La ventisca se hizo más
fuerte, notó como se le electrificaba todo el cuerpo, siguió empujando. El
ruido del hechizo absorbiendo el impacto sonaba tan alto que creía que se
quedaría sordo, entonces, notó como el hueso se le fracturaba. Salió despedido
con tanta fuerza que atravesó la pared que tenía a su espalda. Farfullando
maldiciones y jadeando se agarró el brazo, conteniendo un grito de dolor.
Sora pasó entre las piernas de la
criatura. El estruendo y la explosión, parecían haber desorientado el tiempo
suficiente a la bestia, lo justo para que Sora pudiera ponerse en pie y
recuperar el aire.
Poco había durado su descanso, ya
que el mímico no se rindió en su afán por comérsela. En cuanto se hizo el
silencio en la habitación contigua se abalanzó de nuevo sobre ella.
La niña se había percatado de que
no era muy rápido y, al ser tan bajita, aunque se odió a si misma por pensar en
ello, tenía cierta ventaja contra su alargado cuerpo. Quitándose el susto
inicial era medianamente sencillo pasar entre sus piernas o evitar sus manos,
pero no duraría mucho tiempo solo esquivando, al final la atraparía o la
patearía otra vez y entonces se acabaría el juego.
Volvió a colocarse a su espalda
mientras lo esquivaba nuevamente, echó la mano a la saca para coger una de las
hierbas y curarse, pero el monstruo la sorprendió, saltando hacia ella mientras
ejecutaba una patada voladora giratoria hacia atrás. Sora lo esquivó de nuevo
al límite. “¿Pero de qué puta feria se ha escapado este bicho?” pensó
desesperada. Si seguía así la iba a matar, no iba a ser capaz de prever ataques
tan raros como aquel. Miró al agujero, pero conseguir el tiempo suficiente para
escapar por él le parecía una odisea imposible de llevar a cabo. Tenía que
matarlo.
Siguió manteniendo la distancia
pensando en alguna estrategia que le salvase de aquella abominación, pero nada
decente le pasó por la cabeza. Sin saber si fue por lo enfadada que estaba por
no ocurrírsele nada mejor, o porque ese plan realmente tenía cierto sentido, en
el momento en que abrió sus fauces Sora saltó con todas sus fuerzas directa a
la boca del ser, introduciéndose en el cofre antes de que pudiera cerrar la tapa.
La entrada no había sido limpia.
Tratando de evitar chocar con la lengua del mímico, había virado un poco en el
aire y su brazo derecho había quedado expuesto, sufriendo, al cerrarse la boca,
un profundo desgarro en parte de su antebrazo. Con su mano izquierda empuñó con fuerza la daga,
pudiendo ver el interior del cofre gracias al hechizo de Ruth. Clavó
violentamente el arma en el centro del mímico, atravesando su lengua. El
monstruo volvió a reírse, pero esta vez Sora sí que pudo percibir algo en
aquella risa, dolor y miedo.
La criatura trató de expulsarla
realizando movimientos muy bruscos, intentando que saliese disparada de su
interior, pero Sora, que se lo estaba viendo venir, extendió sus piernas todo
lo que el reducido espacio le permitía, haciendo presión con las rodillas y los
pies para encajonarse y evitar que la escupiera. Clavó de nuevo la daga
volviendo a atravesar el cofre.
El mímico cayó de rodillas debido
a los efectos de los cortes producidos por la daga, pero no se rindió. Empezó a
regurgitar un líquido amarillento ácido que comenzó a quemar la piel de Sora y
a producirle grandes ampollas, sin embargo la chica había llegado demasiado
lejos como para echarse atrás a estas alturas.
Gracias a la luz que emanaba de su
cuerpo pudo atisbar el agujero, el orificio desde el que aparecía aquel
asqueroso y maloliente ácido que no dejaba de abrasarle la piel. Cerró los ojos
para evitar que le salpicase el líquido en ellos e introdujo la mano en él,
pudiendo de esta forma atravesar el delgado cuerpo de la criatura desde dentro.
La mano le ardía, le daba la
sensación de que se le estaba derritiendo. El ácido le salpicó en la cara y
pensó que se iba a desmallar del dolor, aun así siguió, giró el arma en el
interior del ser, al que desde fuera se veía sufriendo con la hoja de la daga
atravesándolo desde el interior.
Utilizó todas las fuerzas que le
quedaban para rebanar el cuerpo de la criatura, separando la parte superior de
la inferior del mímico. La parte del cofre cayó rebotando en el suelo y Sora
salió de su interior provocándose algunos cortes con los dientes, pero eso era
lo de menos, tenía el cuerpo lleno de quemaduras y creía que la cabeza le iba a
estallar. Se miró la mano y casi vomitó de la impresión al comprobar que había
zonas en las que podía ver sus propios huesos. Sostenía la daga, que había
quedado totalmente inservible, haciendo pinza, pero era incapaz de mover los
dedos. El meñique y en anular se le habían quedo pegados con la carne fundida
por el ácido. Al borde del infarto, del desmallo y de las lágrimas, utilizó su
brazo “sano” para intentar sacar las hierbas. Como no podía moverlo bien debido
al desgarro del mímico, se le cayó todo el contenido de la bolsa, pero le dio
igual, se puso de rodillas y comió rápidamente las hierbas del propio suelo.
No sabía qué iba a pasar, solo
que según la dijeron esas hierbas eran muy útiles para las heridas. Confió en
ello como si se tratase de su nueva religión y las engulló, casi tragándolas
sin masticar. Instantes después sintió la misma sensación de calidez que tuvo
con Ezequiel en Pladilia.
El dolor remitía, pero cuando su
cuerpo dejó de sentir aquella maravillosa sensación, pudo volver a experimentar
un profundo dolor en su mano, aunque más moderado. De entrada que la pobre
extremidad ya no parecía que se le fuera a caer a pedazos. La tenía en carne
viva y le dolía una barbaridad, pero nada que ver con cómo estaba antes. La
mayoría de las quemaduras se habían curado, aunque todavía mantenía varías de
ellas y dolorosas ampollas. Buena parte de los cortes se habían cerrado y ya no
le dolía el pecho al respirar.
Soltó la daga, que aún tenía
restos de ácido y le estaba volviendo a quemar la mano, y se dio cuenta de que Blake
estaba gritando al otro lado de la habitación. Iba a contestarle, pero no tenía
ganas ni fuerzas como para emitir algún sonido. Imaginó que Blake estaría bien,
así que se comió la última planta que le quedaba todavía tirada en el suelo.
Había tenido suerte de que el
ácido no quemase el interior de la saca. Sus ropas habían quedado destrozadas
por la parte delantera, pero el corrosivo líquido apenas había impactado en el
saquito, el cual colgaba de la parte trasera de su cintura. Tenía un pequeño
agujero y el musgo morado se había calcinado, sin embargo, por suerte para
ella, las hierbas habían quedado intactas.
Tras ingerirla volvió a notar esa
agradable calidez. Muchas de las quemaduras estaban curadas, tenía la piel
bastante rojiza y algunas zonas seguían despellejadas, pero tampoco le
importaba. El antebrazo ya estaba sano y, la mano, lo que más le estaba
preocupando, seguía bastante dañada pero ya podía moverla con normalidad.
Algunas zonas habían sido cubiertas por una fina película de piel y todavía le
dolía, el simple contacto con el aire le causaba escozor, aun así respiró
aliviada después de haber visto el lamentable estado por el que había pasado.
Miró al monstruo y sintió un asco
y odio infinito, se giró, recogió la llave y abrió la puerta.
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