Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo II Extraño visitante

Capítulo II Extraño visitante
Joseve levantó el vaso y lo miró
a contraluz. Sí, ya estaba limpio. Lo puso en el estante y se colocó el trapo
sobre el hombro. Había sido un buen servicio, la gente comió y bebió bastante
animada después del espectáculo de la mañana.
Se atusó el bigote y se apoyó
sobre la barra. En todos los años en los que había estado a cargo de la taberna
en Pladilia, solo en dos ocasiones otros extranjeros habían causado problemas.
Los primeros fueron detenidos por los guardias, cuando Mahesh no estaba tan
gordo, ¡dioses!, de eso hacía ya tanto tiempo. Aunque él tampoco tenía mucho
derecho a criticar, se gastaba una buena anchura de cinturón; pero era
tabernero, se lo podía permitir, de un capitán de la guardia sin embargo… se
podría esperar mejor forma física.
La segunda había ocurrido hacía
algo así como tres años. Unos tipos que bebieron más de la cuenta e iniciaron
una pelea, nada del otro mundo, incluso fue una anécdota graciosa; aún
recordaba cómo Jerry atravesó la ventana o cómo a uno de los tipos lo golpearon
con una de las jarras… Al final todos acabaron cantando, cosas de tabernas.
Pero lo de hoy había sido
distinto. Estos tipos sabían lo que se hacían y no les importaba, aunque por
desgracia para ellos no contaban con Sora, que por cierto aún no había ido a
comer. Posiblemente quisiera un poco de tranquilidad.
Se abrieron las puertas de la
taberna y Joseve se giró pensando que vería a los niños, pero no. Era un tipo
encapuchado que llevaba una túnica que le cubría hasta los pies. No podía verle
la cara, pero desde luego no era alguien del pueblo. Su ropa era muy útil para
cruzar el desierto y nadie de Pladalia tenía pensado irse.
-¡Hola forastero! Ya ha terminado
el servicio, pero puedo prepararle algo si quiere… Eso sí, le agradecería que se quitase la capucha, no está bien visto ir cubierto cuando se entra al local
de alguien.
-Tiene toda la razón jefe,
perdone, venía pensando en mis cosas y se me ha pasado –el tipo se retiró la
capucha dejando ver un cabello rojizo, pocos pelirrojos se veían por Sanabria,
y su piel era muy clara, seguramente procedería de otro reino. Las pintas del
extranjero o su físico no fueron sin embargo lo que captó la atención del tabernero.
El tipo llevaba marcado a fuego en la cara un símbolo de propiedad, similar a un signo de cierre de interrogación que comenzaba por encima de su ojo derecho, descendiendo mientras formaba algunas curvas hasta su mejilla. Estaba
claro que el sujeto era un esclavo –. Si no le importa me comeré cualquier cosa
que haya sobrado –respondió sacando al tabernero de sus pensamientos –. Y agua
por favor, hace un calor de mil demonios.
-Enseguida.
El tipo se sentó y al instante
llegó Joseve con un plato y unos cubiertos –Hoy ha tenido suerte, hemos hecho
un estofado de cabra que nos ha quedado de rechupete, enseguida le traigo el
agua… ¿Es usted de por aquí? Si no le molesta que le pregunte –aclaró el
tabernero.
-No, que va, me vendría bien
hablar un poco –dijo el tipo sonriendo –. La única charla que he tenido es con
mi camello. Esas criaturas serán muy buenas para viajar por el desierto, pero
hablan lo mismo que una piedra, gracias -tomó el vaso que le ofreció el
tabernero, llenándolo con el agua de la jarra y bebió un trago -. Es la segunda
vez que paso por Sanabria, la primera era tan pequeño que apenas lo recuerdo.
Sé que mis padres eran de Lordran, pero migraron a Zaima buscando fortuna y
tuvimos que pasar por aquí. Una vez llegaron al Reino Volcánico, como no
consiguieron tan ansiada fortuna y había tres bocas que alimentar… Bueno,
decidieron que era más fácil alimentar dos. Una agradable mañana me vendieron a
un tipo, imagino que se habrá fijado en el tatuaje tan bonito que tengo en la
cara.
El tabernero se quedó mirando
boquiabierto –Perdone –continuó el forastero -. A los que hemos sido esclavos
nos enseñaron a no tener ningún tipo de orgullo, así que no tengo pelos en la
lengua a la hora de tratar mi pasado, es algo que me hizo más fuerte y me niego
a rechazarlo.
-¡Vaya! –Joseve cogió el trapo y
se puso a limpiar una de las mesas sin apartar la vista del comensal, el cual
había empezado a comer su estofado –. Perdóneme a mí. No me esperaba escuchar a
un esclavo hablar con tanto sosiego de su vida, me imaginaba algo más de
resentimiento.
-Depende del amo obviamente, hay
mucho hijo puta suelto. Por suerte mi amo me trató con gentileza, solo
necesitaba un muchacho para limpiar las cuadras. Era un señor culto y rico,
había sido comerciante de telas. Le caí en gracia y me enseñó a leer y
escribir. Al final de su vida decidió liberarme, así que dejé de ser una
propiedad y pasé a trabajar de mercader –pausó para beber un poco más de
agua –. Es cierto que la gente siempre te mira raro, la marca genera
desconfianza, pero comparado con no haber sido más que un jarrón para el resto
de personas… la verdad es que no está tan mal.
-Se lo toma usted con mucha
filosofía.
-Como para no, por cierto el
estofado buenísimo.
-Gracias –dijo Joseve orgulloso
–. Es una vieja receta familiar, no encontrará un estofado de cabra mejor que
este.
-Ya le digo, se encarga usted
solo o…
-Mi mujer, mi hija y su marido me
ayudan. Como ya ha acabado el servicio están en el piso de arriba, haciendo el
vago –dijo riendo –y mientras yo termino de servir a los rezagados.
-Aun así debe ser complicado que
un pueblo funcione de una forma tan autárquica, tienen todo muy medido.
¿Cuántas tabernas hay?
-Dos más.
-¿Y cómo deciden quién se encarga
de qué? ¿Qué pasa con los granjeros, los herreros, sastres o guardias?
–preguntó el pelirrojo.
-Todo está controlado a la
perfección. En el caso del herrero por poner un ejemplo, contamos con uno y su
aprendiz. Por si ocurriese alguna complicación, todas las semanas viene a
vernos un enviado del rey, así que si el herrero se encontrase indispuesto nos
mandarían otro, al igual que nos llegan algunos víveres difíciles de conseguir
en el desierto. En cuanto a los guardias perdone, pero no nos tienen permitido
hablar de ellos con los visitantes –dijo Joseve en un tono de disculpa.
-Es lógico, pero aun así debe ser
complicado para ellos. En la plaza no se hablaba de otra cosa, unos tipos que
la han liado esta mañana y los ha tenido que parar ¿una niña? ¿En qué mundo
vivimos donde una niña tiene que hacer el trabajo de los soldados? ¿Y cómo
serían esos “maleantes” si una niña ha conseguido echarlos? –dijo burlón.
-Claro, usted es de fuera y no
conoce a esa niña –el tabernero sonrió, con una muestra de orgullo similar a la
que puso cuando alabaron su estofado -. Se llama Sora y es una “acogida” del
pueblo –Joseve se sentó y miró por la ventana–. Han pasado muchos años, diez si
no me equivoco, pero las imágenes me vienen con tanta claridad como si hubiese
sido ayer. Yo estaba allí, era de noche. Como de costumbre la jornada había
transcurrido tranquila, cuando una joven muy hermosa con un brillante pelo
rubio llegó al pueblo –la sonrisa de orgullo del hombre se fue tornando en una
sonrisa más triste -. Cargaba con una niña de pelo negro que no dejaba de
berrear. La mujer dijo que no podía cuidar de ella, que era lo que más quería,
pero que allá a donde iba lo único que encontraría sería la muerte para ambas
–Joseve miró al hombre con los ojos empañados –. Nos lo suplicó de rodillas
mientras lloraba a pesar de que nosotros le decíamos que no podíamos aceptar
extranjeros. “Por favor, cuidadla, aquí estará segura”. Aún lo tengo metido en
la cabeza, no sé qué tenía pensado esa mujer...
-Tuvo que ser una noche dura.
-Desde luego. Las normas son muy
estrictas para controlar la población en Pladilia. Actualmente somos
trescientos sesenta y dos habitantes, controlamos incluso la natalidad dentro
de nuestras tierras. Debe haber un minucioso equilibrio, pero por suerte Johan
y María, un matrimonio joven, decidió encargarse de ella. El reino les había
concedido tener un hijo, pero aceptaron quedarse con la cría a pesar de que eso
supusiese no tener hijos propios sin otro permiso. Hicieron un sacrificio
importantísimo para poder darle un hogar a esa niña.
-Tienen pinta de ser buena gente.
¿Se pasan por aquí?, me gustaría…
Joseve lo interrumpió –Murieron.
Hace unos años hubo una epidemia y ambos fallecieron. Si quiere presentarles
sus respetos el cementerio está en la parte oeste de la ciudad, a las afueras
–dijo haciendo un gesto en aquella dirección.
-Siento su perdida, me pasaré a
recitar unas oraciones antes de irme –se quedó unos segundos en silencio -.
¿Cómo se lo tomó la niña?
-Lo aceptó. Estuvo bastante
triste unos días, pero al final lo superó, es una chica muy fuerte, no solo
físicamente, su mente también lo es.
-Sí y ahora se dedica a espantar
bandidos –dijo el hombre con una sonrisa pícara.
-No se lo cree ¿verdad? Esa chica
ha sido bendecida con unas habilidades superiores a las de los humanos
normales. El mes pasado uno de los bueyes se rompió una pata y ella estuvo
ayudando en las zonas de cultivo.
-¿Y?
-Que ella era la que tiraba del
carro.
-No se quede conmigo.
-Es tal cual lo escucha… y
terminó antes que los bueyes. Nuestro querido capitán de la guardia Sir Mahesh
–lo dijo con algo de retintín y de forma un poco pomposa –, le enseñó a manejar
la espada, insiste en que esa chica debería ser guardia real y que quiere
adiestrarla para que sea una gran guerrera.
-¿Y cómo le va?
-La alumna tardó en superar al
maestro un mes. Es cierto que Mahesh no está en su mejor momento –Joseve dibujó
con las manos una forma semicircular bastante amplia en la zona del estómago –.
Pero no ha perdido el toque con la espada. Aun así esta chica lo derrotó. Es
fuerte y muy rápida y, para nuestro querido capitán, era imposible seguirle el
ritmo.
Unas voces llegaron de fuera de
la taberna.
-…así estaremos más tranquilos.
-Huele a estofado desde aquí. Oooh
qué ganas, qué ganas.
Joseve se levantó de la silla y
su alegre rostro se dirigió al extraño –Hoy les toca comer aquí. Disculpe
amigo, tengo tres bocas que alimentar, por cierto no le he preguntado su
nombre.
-Blake –dijo el pelirrojo alzando
su vaso –. Un placer haber hablado con usted.
-El gusto es mío. Mi nombre es
Joseve, si quiere algo más hágamelo saber.
Las puertas se abrieron y los
tres muchachos entraron.
Comentarios
Publicar un comentario