Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo III La caída de un ídolo
Capítulo III La caída de un ídolo
-¡Chicos! ¿Tenéis hambre? Hoy habrá sido un
día duro.
Sora inspeccionó el comedor. No
había nadie más aparte de Joseve y un tipo pelirrojo al que no conocía, “Otro
forastero” pensó. Al menos este no parecía dispuesto a armar un numerito. El hombre
estaba concentrado en terminar su estofado, así que podrían tener un almuerzo
tranquilo.
-¿Te has enterado? –preguntó
Kanijou con la cara deslumbrante de alegría y orgullo.
-¿De cómo plantasteis cara a esos
tipos? Todo el mundo hablaba de ello durante el servicio. De cómo Kanijou y Lou
no se achantaron ante tres fieros maleantes. ¡Y que a pesar de los golpes
siguieron en pie sin que esos rufianes consiguiesen quebrantar su espíritu!
–Lou y Kanijou estaban en ese momento en una nube escuchando los cumplidos de
Joseve –. No quiero que se os suba a la cabeza –Joseve se les acercó bajando la
voz, convirtiéndola casi en un susurro -, pero las palabras héroes, valientes,
guerreros… se han dichos en esta taberna, cosas que se escuchan.
Los niños no cabían en sus ropas
del orgullo y entusiasmo que sentían en ese momento y Lou se volvió a Sora un
poco enfadado.
-¿Ves como teníamos que haber
venido a comer a la hora? Seguro que nos habrían montado una fiesta o algo.
-¡Bah! Qué pereza. ¿Hay estofado
Joseve? –la chica se dirigió a una de las mesas y se sentó.
-¡Ah! Y aquí la gran salvadora,
la más fuerte y la más rápida, tanto que ni siquiera la verás. Cuando se
abalance sobre ti, solo distinguirás una borrosa silueta y unos oscuros
cabellos ondeando en el aire, algunos la llaman “Tifón Negro” –dijo Joseve
envolviendo su discurso en una tonalidad épica.
-Sí, sí lo que tú digas –Sora se
aplastó el flequillo contra la cara intentando taparse y disimular lo roja que
se había puesto.
-JA JA JA. Desde luego mozalbetes
habéis montado una buena esta mañana, sentaos y os traeré enseguida la comida
-Joseve entró a la cocina y salió de ella poco después con unos platos de
estofado.
Los niños empezaron a comer a
toda prisa, mientras, Joseve agarró la escoba y se puso a barrer. Las calles
estaban desiertas después de la comida, la hora a la que el sol más calentaba
y, dentro de la taberna, se oía a los tres chiquillos gritando, discutiendo y
riendo.
-Seguro que si un bardo hubiera
estado aquí nos habría compuesto una canción –chillaba Lou con determinación –. Tenemos que estar
atentos para que la próxima vez que venga alguno ¡zas! Le contamos lo ocurrido
y nos haremos famosos.
-Fue un tres contra tres y eran
unos bandidos de poca monta, no creo que la canción tuviera mucho éxito
–replicó Sora con la boca llena algo decepcionada –. Si hubieran sido siete
seguro que nos suplicaría para que le contásemos todos los detalles.
-No debéis olvidar que uno de
ellos era muy grande y musculoso –apuntó Kanijou.
-Muy grande y musculoso –confirmó
Lou.
-Es cierto, seguro que eso nos
daría puntos, y ojo, el del bigote con gafas tenía pinta de ser envenenador
–dijo la niña alegre meditando los acontecimientos pasados –. Puede que sí sea
de interés para un bardo. Nos harán un cantar como los de Artorias. ¡El mejor
guerrero que jamás haya existido! –dijo alzando la voz y su vaso de agua.
-Oh dioses aquí viene otra vez
con Artorias –lamentó Kanijou mientras se tapaba la cara con una mano.
Sora se puso en pie encima de la
silla y clamó a los cielos:
-Damas y caballeros este es el cantar de Artorias y Sif
Que cuenta como el aguerrido caballero regresó a Anor londo salvando al
lobo gris.
En una noche de tormenta en un hermoso bosque
El caba
Pero fue interrumpida cuando una
costilla de cabra le impactó en la cabeza, haciéndole perder el equilibrio y
descalabrarse contra el suelo.
-Buuu ¡Recitas fatal! No tienes
sentido del ritmo –le gritaron los chiquillos.
-¿Cómo osáis interrumpir un
cantar de Artorias? –les reprochó Sora fingiendo enfado –Él fue quien derrotó
al Dragón de Magnilf, él se adentró en el Bosque de los Sauces Grises y
recuperó el Grial de la Exuberancia, él salió vencedor del Torneo de los Cinco
Reinos, él
-Está muerto.
De pronto se hizo el silencio en
la taberna y los chicos miraron al hombre pelirrojo. El tipo no quitaba la
vista de su vaso.
-Si has venido a dar por el culo
más te vale buscar otra taberna –siseó Sora amenazante.
Al ver que la chica sujetaba el
cuchillo con fuerza y hacía un ademán por levantarse de la silla, el tabernero
salió corriendo a interceder.
-Oh oh, calma seguro que el señor
estaba pensando en sus cosas ¿verdad? –dijo muy nervioso.
-No, habláis de Artorias ¿verdad?
Quédate sentada chica. ¿Hace mucho que no vienen bardos por aquí?
-Es probable –dudó Sora.
-No recuerdo uno desde hace… unos
dos años, creo –respondió Joseve pensativo.
-El relato ha comenzado a
extenderse en el último año –Blake se recostó contra la pared encarando a los
muchachos –. La primera vez lo escuché en una taberna hace cinco, estuve como
un año entero sin volver a oír nada, así que lo tomé por una farsa. Pero poco a
poco empecé a oírlo con más frecuencia… la historia de cómo Artorias cruzó el
Abismo.
-¿El Abismo? –preguntaron los
tres niños a la vez.
-Es difícil de explicar. Parece
que es una zona de energía oscura, de depravación… es complicado –dijo serio –.
Las fechas varían según a quién preguntes, pero todos coinciden en que pudo
pasar hace unos diez o quince años. Imagino que no conocéis el reino de
Oolacile –al ver la cara dubitativa de los niños prosiguió –. Era un reino muy
próspero, sus habitantes tenían un gran conocimiento sobre la magia, pero nadie
sabe con exactitud lo que ocurrió, porque a día de hoy ha quedado completamente
reducido a escombros. Se rumorea que los aldeanos despertaron un poder, algo
que no deberían haber liberado… Este ser secuestró a la princesa de Oolacile y
Gwyn decidió enviar a sus caballeros, a esos sí que los conoceréis…
-Pues claro, son los guerreros
más poderosos del mundo. Uno de ellos es el espadachín Artorias –se puso a
enumerar Sora –. Otro es el asesino de dragones Ornstein y también están Ciaran
la Espada del Señor y Gough el Gigante Arquero.
-Sora está enamorada de Artorias
-interrumpió Lou.
-¡Al final te vas a tragar el
vaso! –gritó toda colorada.
-Calma calma. Gwyn envió a tres
de ellos –continuó Blake recuperando la atención de los niños –. Artorias,
Ciaran y Gough. Todo apunta a que Artorias consiguió encontrar la entrada al
Abismo, siendo el primer mortal capaz de cruzarlo. Nunca nadie había entrado,
pero, bueno, supongo que Artorias es el mejor guerrero que nunca podrá verse
–algo de tristeza se plasmó en su voz –. Mató a la bestia que había secuestrado
a la princesa y la sacó de allí.
-Entonces ganó –sentenció
Kanijou.
-Aquí es donde las historias
difieren –prosiguió Blake -. Unos dicen que la exposición al Abismo lo acabó
matando, otros creen que fueron las heridas del combate, que aquella bestia
hubiese usado algún veneno también se ha rumoreado… Pero todo acaba en lo
mismo, la muerte de Artorias y la desaparición de Oolacile. Algunos idiotas se
han adentrado en Oolacile intentando encontrar la tumba de Artorias. Podréis
imaginar el valor de su armadura, su espada o su escudo, pero nadie ha
regresado.
-¡No son más que historias
contadas por unos estúpidos bardos! ¿Por qué deberíamos creernos eso? –chilló
Sora a la que se le habían empezado a llenar los ojos de lágrimas.
-Mira niña, he visitado muchas
tabernas a lo largo de mi vida, uno acaba aprendiendo a diferenciar cuándo las
historias son ciertas, cuándo son exageraciones y cuándo son patrañas… Te puedo
asegurar que esto es verdad. El cantar de Artorias cruzando el Abismo se
escucha en todos los reinos, además, conozco a un tipo que decidió atajar por
Oolacile para llegar al Burgo. Cuando el bosque intentó matarlos pensaron que
el camino más largo sería una mejor opción. Hay dos cosas claras, que Oolacile
cayó y que Artorias está muerto.
Sora se levantó del taburete y se
marchó del restaurante a toda prisa, seguida de Kanijou y Lou.
-Lo siento amigo, si no se lo
hubiese dicho yo se lo habría dicho el próximo bardo que visitase la aldea –se
disculpó Blake.
-Supongo –suspiró Joseve –.
Artorias era el ídolo de esa niña, desde que escuchó por primera vez la
historia de Artorias y el Dragón Magnilf ha querido ser como él –sonrió –. Si
ha entrenado con Mahesh no ha sido para ser un soldado, sino para parecerse más
al Caballero Lobo y vivir aventuras como las suyas.
-Es bonito ver a un niño
intentando seguir los pasos de su ídolo… Es una pena cuando uno de estos
símbolos cae, especialmente si es alguien como Artorias.
-¿Siempre ha causado simpatía
verdad?
-Sí, pero no por sus hazañas, no
por los cientos de enemigos que ha pasado por la espada, sino por su nobleza y
su bondad. Sus cantares no solo narran gestas bélicas, también hay historias de
cómo ha liberado aldeas de ataques de hombres lobo, de bandidos, de goblins… No
es algo tan interesante como matar un dragón bajo las órdenes del Señor de los
Dioses, pero el pueblo agradece que haya un guerrero que luche por ellos… En
fin, me marcho. ¿Cuánto le debo?
-Oh no se preocupe, en Pladilia
no usamos dinero, todo está subvencionado.
-Gracias entonces, pase un buen
día.
-Igualmente.
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