Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo IX Nuevos compañeros

 Capítulo IX Nuevos compañeros

-¡Eh! ¿Te ha comido la lengua el gato?

Sora se giró y vio cómo se aproximaba hacia ella una chica de unos quince años a lomos de su camello. Su pelo castaño y largo reflejaba los rayos del sol, al igual que la daga sin vaina que llevaba en la cintura.

-Sora, ¿verdad? –insistió la chica poniendo el camello a su altura. Detrás de ella iba un muchacho algo mayor que también se le estaba acercando. Sora lo había visto sin la capucha que ahora utilizaba para cubrirse del sol abrasador, su pelo era ondulado y rubio y tenía un rostro amable –No eres persona de muchas palabras ¿a que no?

-¿Qué quieres? –preguntó con aspereza.

-¡Andá! Si sí que habla. Como no te había oído decir nada pensaba que eras muda ¿sabes?

Desde luego estaba claro que la chica quería entablar una conversación. Sora se había mantenido al margen, siempre apartada. No se había juntado al resto de bandidos durante los siete días que llevaban deambulando por el desierto, solo en lo estrictamente necesario. Durante el trayecto era sencillo, ya que nadie le había hablado más que para preguntar si necesitaba agua o comida, pero estaba racionando bien sus víveres.

Comían sobre los camellos pero, cuando caía la noche, preparaban el campamento para cenar y dormir. Mientras cenaban, los bandidos se divertían charlando y, a veces, uno de los miembros de la hermandad, un bardo al que llamaban Manos Rápidas, los entretenía con alguna canción.

El bardo tocaba realmente bien y a Sora le habría encantado acercarse a escucharlo, sin embargo no se sentía cómoda con el resto de bandidos. Así que cada noche montaba su jaima alejada para estar sola, aunque manteniéndose lo suficientemente cerca como para oírlo cantar.

-Te repito ¿qué quieres?

-Nada, solo presentarme. No deberías estar tan a la defensiva –dijo arrugando su nariz respingona –. Me llamo Hanna y este de aquí es Miguel.

-Hola –saludo el muchacho secamente.

-Le cuesta llevarse con gente que no conoce, bueno, igual que tú –dijo sonriendo con malicia, pero Sora ignoró la pulla -. ¿Has pensado ya qué vas a hacer mañana?

-¿Mañana?

-Claro. Mañana llegamos a las supuestas ruinas. ¿Vas a entrar o no?

Sora notó como se le helaba la piel. Creía que todavía le quedaban unos días más para pensar, a fin de cuentas ese idiota de Blake dijo que tardarían diez.

Su preocupación debió notarse en su cara, ya que Hanna añadió rápidamente.

-Eso te pasa por no venir a cenar con el resto. Ayer lo estuvimos hablando. Hemos mantenido un muy buen ritmo y vamos a llegar un poco antes, no te preocupes, si decides entrar seguro que sobrevives.

Los ojos de Sora se cruzaron con los de Hanna, y esta pudo percibir con más claridad su temor e inseguridad.

-¿Sabes? Eres la más pequeña de aquí. Yo tengo quince años y Miguel tiene veinte. ¿Cuántos años tienes tú? ¿Nueve? ¿Diez?

-Nueve.

-Yo me uní a la banda con doce años –le contó Hanna alegremente -. Blake me pilló robando una bolsa de oro a un prestamista, me dijo que tenía agallas y que si quería unirme a ellos. Yo me estaba muriendo de hambre así que acepté, no tenía dónde caerme muerta de todas formas.

-¿Y tus padres? –preguntó Sora.

-Murieron. Era muy pequeña, apenas los recuerdo. Desde entonces estuve viviendo en la calle; me tocó aprender a robar y a defenderme para sobrevivir –respondió la muchacha sonriendo –. No tenía nada, pero esta gente me acogió bien, dales una oportunidad.

-Eres muy optimista.

-Bueno, desde que estoy con ellos he llenado el buche casi todos los días, así que estoy en deuda con ellos. Tardarás un tiempo en coger confianza, pero no te preocupes, cuando acabemos con esto vendrás conmigo y la maestra a entrenar, eso me ha dicho ella.

-¿La maestra?

-Fayna, la mujer que lleva una lanza –Hanna señaló a la parte delantera del grupo y Sora estiró el cuello para intentar verla. Era la mujer que se había encontrado en el campanario y que había estado con ella la noche antes de la partida –. Me dijo que nos entrenaría a las dos, aunque me preocupa un poco no estar a tu altura. ¡Lo de Hasim fue algo impresionante! No he visto a mucha gente pelear con esa habilidad.

-Gracias –respondió Sora sintiéndose un poco alagada -. ¿Y es muy estricta?

-Uf, ni te imaginas. Cuando no está entrenando es muy buena y se preocupa por todos, pero no le hagas enfadar durante un entrenamiento o te golpeará con la lanza en la cabeza, te lo digo por experiencia –Sora tragó saliva –. Pero si yo pude seguir el ritmo hace tres años tú no tendrás problemas. ¿Qué clase de entrenamiento has realizado para ser tan fuerte? –preguntó la joven con interés.

-No mucho –respondió Sora quitándole importancia -. Me encargaba de algunos trabajos que requerían mover mucho peso, también me enseñaron a manejar una espada y a montar, pero no tanto tiempo seguido. -protestó.

-Es normal –rió Hanna –. Menuda travesía para empezar. ¡Un mes hasta que podamos descansar en alguna aldea! Y tú tienes suerte, nosotros estamos de vuelta de un viaje al este que nos ha llevado seis meses. Volviendo a lo de antes, con Fayna seguro que te haces una guerrera formidable, es la más fuerte de la banda y tú desde luego tienes talento.

-Si hablas de fuerza física sí, pero si intervienen los milagros el más fuerte es el maestro Ezequiel –señaló de repente el muchacho.

-Perdona a Miguel, parece que el calor le hace decir tonterías –dijo Hanna poniendo los ojos en blanco.

-No es ninguna tontería –protestó el chico molesto –. Ezequiel tiene grandes habilidades con la espada y sus milagros son muy poderosos.

-No te lo niego –reprochó la chica encogiéndose de hombros con aire de superioridad –. Pero Fayna está a un nivel diferente. Nadie puede superarla.

-¿Ni Hasim? –preguntó Sora.

-¡Ja! –se burló Hanna -. Si Fayna hubiera querido podría haber hecho una brocheta con él. No, Hasim era fuerte, y mucho, pero sería… no sé… tal vez la novena persona más fuerte del grupo.

-¿La novena? –se asombró Sora.

-¡Sí! Fayna es la más fuerte –dijo mirando con malicia a Miguel -y seguro que podrían ganarlo Ezequiel, Blake, Power, Archi, Manos Rápidas, Dalmi… y bueno, contra Gunnar lo tendría difícil, pero posiblemente Hasim ganaría, octavo entonces.

-Imagino que tendrán que nombrar a otro miembro para el consejo –apuntó el muchacho –. Alguien se tendrá que encargar del escuadrón de Hasim.

-Fayna me dijo que de momento no van meter a nadie -le contestó Hanna -. Después de lo que pasó hace unos años tenemos muchos líderes para tan pocos miembros.

-¿Qué ocurrió? –preguntó interesada Sora.

-Fue un año antes de que yo llegara, Miguel te lo podrá contar con detalle.

-Caímos en una trampa y perdimos a la mitad de los nuestros –sentenció el chico.

-Joder. Gran historia. ¿Ves ese cactus? Lo habría contado mejor –protestó Hanna.

-No es algo agradable –repuso el chico -, fue una masacre.

-Ella va a formar parte de esto, debería saber por qué han pasado sus compañeros –replicó Hanna -. Vamos Miguel, si se va a enterar de todas formas mejor que lo sepa ahora, le afectará menos que cuando se integre. Si se lo cuentas aquí le ahorrarás un mal trago.

Miguel se quedó un rato pensativo, valorando lo que había dicho la muchacha. Finalmente asintió y comenzó a narrar lo sucedido.

-Pasó hace poco más de cuatro años. Nuestra banda fue fundada hace mucho por Blake y, poco a poco, se fueron uniendo más miembros. Al principio se propiciaban ataques contra algunas diligencias de burgueses, tenemos códigos, nuestra organización nunca ha robado al pueblo llano… siempre que no fuese necesario.

En ese momento éramos un total de doscientos hermanos y hermanas. Fuimos abandonando los asaltos según se incrementaba nuestra fuerza de combate, ejerciendo también de mercenarios. Todo nos iba bastante bien, yo llevaba solo siete meses cuando fuimos contratados para asaltar el castillo de un noble. Su hermano mayor, un bastardo, pretendía el título. Se trataba de una casa muy rica, aunque supongo que su apellido ya no importa.

Decenas de miles pelearon por ambos. En su bando la mayoría eran mercenarios, mientras que en el nuestro contábamos con buena parte de la nobleza y el pueblo llano. Un bastardo no debería tener derecho antes que un hermano con apellido, por mucho que sea mayor, pero el legítimo heredero era un ser asqueroso, lo que hacía con la gente…, menos mal que ya está muerto. Blake decidió que pelearíamos a favor del bastardo.

Ganamos. Fue una batalla dura, pero el asalto tuvo éxito, al atardecer, el castillo ya había caído.

-¿Fue ahí cuando perdisteis a tanta gente? –preguntó Sora.

-No –dijo el muchacho mientras negaba con la cabeza -. Perdimos hermanos y hermanas, desde luego, nueve camaradas a los cuales recordamos en nuestras oraciones, pero es algo a lo que sabes que estás expuesto en esta profesión.

A pesar de que las tropas eran similares en ambos bandos, el nuestro contaba con varios hechiceros y clérigos que potenciaron a nuestras tropas. El contar con alguien como Fayna desde luego fue una ventaja también –dijo concediéndole un momento de satisfacción a Hanna.

-¿Por?

-En este mundo hay personas que son bendecidas con habilidades increíbles. Un humano normal puede llegar a ser muy fuerte, sí, pero nunca podrá hacer nada contra esa gente tan increíble. Esos guerreros de los que habrás oído hablar, aquellos superhumanos a los que los dioses han otorgado poderes que alguien normal nunca podrá alcanzar. Artorias u Orstein, humanos capaces de matar dragones, la asesina Ciaran, el Rey Doran al que llaman Semidiós, el hechicero Fryke, el clérigo San Urbano o Havel la Roca. Esa gente supera cualquier límite que el resto podamos imaginar. Fayna debe ser como ellos, si su fuerza física no estuviera a su altura, no quiero ni pensar cómo tienen que ser esos monstruos.

-¿Tan fuerte es? –dijo Sora sorprendida. En el campanario le había dado la sensación de que era muy poderosa, pero no esperaba que hubiera alguien con un poder similar al de aquellos míticos caballeros.

-Si no mató por lo menos a setecientos hombres no mató a ninguno. Pero eso no es algo tan difícil de lograr, hay gente muy poderosa por el mundo y, si cuentan con el apoyo de magos y clérigos o con armas mágicas, una hazaña como esa se vuelve más accesible, lo que ocurre es que Fayna es capaz de hacer esas proezas sin ningún tipo de ayuda.

Pero siguiendo con lo que te decía, nuestros problemas vinieron después de la batalla, tras un par de meses.

El bastardo resultó ser peor que su hermano. Este tipo mató nada más llegar al poder a todos los que llevaran su apellido; hermanos, sobrinos, primos, nadie escapó de sus garras, nadie podría intentar quitarle su título nobiliario. Continuó las atrocidades de su antecesor con más intensidad y, cuando se enteró de que había algunos campesinos en su contra, mandó incendiar varias aldeas. Como no era idiota, sabía que no contaba con un ejército propio lo suficientemente grande como para mantenerse tras la guerra, así que decidió contratar mercenarios para mantener a raya cualquier posible revuelta y, cómo no, llamó a los mejores, a nosotros.

Blake se negó en redondo a pesar de la astronómica cantidad de oro que nos ofrecía, y el bastardo lo tomó como un insulto.

Contrató a una banda de asesinos del este para que secuestraran a la mujer de Blake y a su hija, que también formaban parte del grupo.

Los muy cabrones nos habían estado espiando, eran muy buenos –la voz neutra de Miguel empezó a mostrar ciertos retazos de una ira que parecía consumirle por dentro –. Aprovecharon que Fayna y Power se habían ido a una misión al Gran Pantano, que Dalmi se había llevado a treinta de nuestros compañeros para limpiar un nido de quimeras en el norte, además de otros miembros que tenían sus respectivas misiones lejos allí.

Nunca había visto a Blake así. Cargamos contra el castillo. Nosotros éramos solo ciento veinte, ellos tres mil. No les caemos bien a la mayoría de mercenarios, no les gustan nuestros códigos y creyeron que sería una buena oportunidad para quitarnos de en medio. El oro y el odio que nos profesaban hizo que muchos aceptaron enseguida. Nosotros no tuvimos tiempo de buscar apoyos, en el lugar en el que secuestraron a la mujer y la hija de Blake, además de los cadáveres de otros cuatro hermanos, había una nota con todo lo que pensaban hacerlas –guardó silencio unos segundos -. Así que nos dirigimos inmediatamente al castillo.

Algunos no estaban seguros, sabían que era una provocación, sabían que nos estaban esperando, que en una batalla directa nosotros tendríamos desventaja numérica.

Hubo varias voces discrepantes, pero Blake y aquellos que llevaban años en las Águilas Plateadas, que habían visto nacer a la niña, que habían luchado codo con codo y habían sido salvados por Blake en el pasado, lo tenían claro. Así que realizamos una ofensiva para salvar a nuestras hermanas sin importar las consecuencias.

Cuatro días más tarde estábamos en una explanada, a las puertas del castillo que en su momento habíamos ayudado a conquistar, con tres mil hombres esperándonos y –Miguel tembló encima del camello –fue una masacre. Ya no solo por todos nuestros hermanos y hermanas, de los ciento veinte solo sobrevivimos treinta y siete, yo… yo ni siquiera sé cómo lo hice para no morir aquel día. Pero… pero ellos… murieron todos… los tres mil, y todos los que habían apoyado al bastardo –se quedó pálido –. Lo de aquel día… El maestro Ezequiel siempre usaba sus milagros sanadores, es lo que a mí me había enseñado, pero ese día hizo volar a los soldados por los aires, destrozó las catapultas con sus milagros y bloqueó las flechas en los cielos. Hasim, su hermano Akram y Gunnar cortaban a los enemigos en pedazos, ni las armaduras podían evitar que fuesen rebanados. Manos Rápidas destripaba con sus dagas a todo aquel que se le acercara... Cuando Blake llegó al portón lo destrozó sin ayuda de ariete, entonces entramos al castillo. Pero por desgracia el bastardo había quemado vivas a Dalia y a Silvia. El cabrón vio que el castillo y él iban a caer, así que decidió causarnos el mayor daño posible –Miguel tragó saliva y bajó la vista -. Perdimos a la mitad de nuestra gente y no conseguimos salvarlas. Blake atrapó al bastardo antes de que pudiera arrojarse por las almenas, vi los restos… fue… muy desagradable. Pasamos por la espada a todos los simpatizantes del bastardo, a todo aquel que hubiera tenido algo que ver con esto, y juramos matar a todos aquellos que confabularon contra nosotros, a aquellos que no estaban ese día en el castillo.

El marido de Fayna fue uno de los que murieron durante el asalto. También murió el hermano mayor de Hasim. Este no perdonó a Blake que su hermano muriera por intentar salvar a su mujer y a su hija. Algunos aunque simpaticen con Blake piensan que ese día se equivocó, que puso en riesgo a demasiados por solo dos personas, que no sabía siquiera si podrían o no estar vivas cuando atacamos, que fue muy imprudente.

Surgió una nueva norma a partir de ese día, no creo que te lo hayan dicho ya que aún eres muy joven –dijo echando un rápido vistazo a Sora -, y es que no se pueden mantener relaciones con otros miembros de la orden. Solo se permitió a Fray y a Dunna seguir juntos, ya que estaban casados antes del incidente. Con esto se pretendió evitar que nos volviésemos a encontrar ante una situación como aquella, en la que decida la falta de razón en contra del interés general. Sé que no es una historia agradable, desde luego, pero por una vez Hanna tiene razón –dijo haciendo especial énfasis en el “por una vez”, lo que hizo que Hanna se enojara -. Creo que es bueno que conozcas aquello por lo que hemos pasado.

-Ya… –Sora se había mantenido en silencio escuchando esta última parte de la historia. Se encontraba un poco conmocionada pero de repente se percató –. Oye, venís del este, de muy al este. Según habíais dicho… los asesinos que contrataron decías que eran…

-Ya no quedan cabos sueltos -sentenció Miguel.

Sora tragó saliva y continuó su rumbo sin decir nada.

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