Sora's Souls / Águilas Plateadas / Capítulo X Entrada subterránea

 Capítulo X Entrada subterránea

-¿Segura entonces de que quieres entrar?

-Sí.

Ezequiel dirigió una rápida mirada a Blake, el cual sonreía con suficiencia. Habían llegado a la entrada del subterráneo, donde unos escalones de piedra dirigidos a la más profunda oscuridad les daban la bienvenida.

El grupo había formado un campamento, a la espera de que su líder pudiera recuperar el oro que les había hecho perder en Pladilia. Los rostros eran serios, pero tranquilos, no estaban muy conformes con estar allí, pero parecían confiar en el criterio de Blake.

¡Bien! –dijo Blake dando una palmada –Vamos a prepararnos. Voy a coger los caestus. ¡Sora! Mira a ver si hay alguien que te pueda dejar un peto. ¡Hanna! Échale una mano para conseguir algo.

Blake llegó hasta su apartado camello y se puso a hurgar en uno de los cestos.

-¿Qué piensas realmente de esto?

-Que sigilosa eres –dijo sonriendo sin mirar a Fayna mientras seguía revolviendo el interior del cesto –. Me imaginaba que querrías hablar en algún momento, ya que no me has dirigido la palabra en todo el viaje.

-No estoy de humor Blake, tu opinión sincera. ¿Podréis los dos solos?

-¿Por qué tan preocupada? Si crees que tendremos problemas ven con nosotros.

-Sabes que no puedo ir, ni yo ni nadie de la hermandad. Tu liderazgo está siendo cuestionado desde lo de Dalia y Silvia, fue una mala decisión.

-Creía que pensabas que había hecho lo correcto.

-Y lo sigo pensando –dijo enfadada –. De haber estado habría ido en primera línea y lo sabes, pero eso no quita que se sembrase una semilla de desconfianza. Los antiguos miembros perdieron a familiares, a amigos… perdieron a los suyos por nada.

-¡Los suyos también eran los míos! ¡Igual que los míos eran los suyos! ¡Somos una familia joder, y dos miembros de nuestra familia fueron secuestrados! –Blake miró a Fayna a la cara. Esperaba algún reproche, algo para poder discutir, pero se encontró con un rostro lleno de comprensión, lo cual le hizo sentir como un idiota y se enfadó consigo mismo –Siento lo de Balnir, de verdad que lo siento.

-No puedo aceptar tus disculpas, tú no lo mataste –dijo la mujer con ternura -. Dalia era una hermana para nosotros y Silvia era como nuestra hija. ¿Por qué debería aceptar tus disculpas? Mi marido te respaldó porque quería salvar a nuestra familia.

-Aun así siento que cargo con ello –dijo Blake pasándose la mano por la cara con rabia-. No se me han olvidado, ninguno de los que murieron, cada día los tengo metidos en la cabeza –cerró el cesto y miró a los miembros de la orden –. ¿Qué crees que pasará si la chica no lo consigue?

-Te aprecian –dijo Fayna poniéndose seria –. Pero necesitas recuperar su confianza. Si sales sin el tesoro no habrá un motín, Hasim era el único que te odiaba tanto como para perpetrarlo, el resto no llegarán a ese punto. Sin embargo no te seguirán, no más, tendrás que ceder tu puesto.

-Si lo aceptas te lo transfiero ahora mismo -dijo sonriendo.

-No tengo interés alguno y lo sabes –le sonrió ella también.

Blake asintió y sacó los caestus de un bolsillo interno de su túnica.

-Bueno, ese tesoro no se va a conseguir solo ¿verdad?

 

-Nada, muy grande.

Sora se quitó el peto. No había nada de su talla.

-Es demasiado canija –dijo Archi riendo.

-¡No soy una canija! –reprochó Sora.

-¿Y entonces cómo es que no hay nada que te valga? –le preguntó Dalmi.

Archi y Dalmi estaban ayudando a Hanna a conseguir alguna prenda que pudiera protegerla, pero no llevaban nada acorde a su estatura.

Archi portaba un pequeño sombrero de ala ancha, de su cinturón colgaban unas dagas y en la espalda llevaba un arco y un carcaj con flechas. Dalmi por su parte, llevaba una enorme hacha colgada a la espalda, proporcional a su increíble musculatura. Era calvo y más negro que el carbón, y tenía un rostro amigable. Ambos, al igual que el resto de miembros, iban vestidos con túnicas para evitar el terrible calor del desierto.

-No son de mi talla porque… porque… ¡Porque vosotros sois muy grandes! Sí, vosotros tenéis el problema, sois demasiado grandes –le espetó Sora.

Los dos hombres soltaron una carcajada.

-Parece que aquí hemos tocado hueso. No te preocupes, no creo que necesites ningún tipo de armadura –le tranquilizó Dalmi.

-¿De verdad? –preguntó Sora un poco más tranquila. No le hacía ninguna gracia entrar desprotegida.

-Claro ¡PORQUE CON LO CANIJA QUE ERES SEGURO QUE NI TE VEN!

Los dos hombres empezaron a reírse a carcajada limpia. Una parte en el interior de Sora deseó coger un puñado de arena y meterlo en sus bocazas.

-¿No hay nada? –Blake se les había acercado, detrás de él iba Fayna –Hanna ¿no le vale nada tuyo?

-No soy tan pequeña –replicó la joven.

-Tendrás que ir así entonces. ¿Qué arma quieres?, tenemos de todo.

-Toma –se adelantó Fayna. Desenfundó una daga que tenía enganchada al cinturón y se la entregó a la niña, poniéndose de cuclillas para estar a su altura –. Esta daga se ha forjado con piedras de luz de luna, es un arma mágica, pinza los nervios del enemigo cuando le produces un corte, además las heridas que causa tardan más en cicatrizar.

Sora cogió el obsequio con cierta admiración y se lo agradeció.

-Es un objeto muy valioso –le dijo Blake a Fayna sin parpadear  –. ¿Estás segura?

-Va a entrar sin protección, por lo menos que tenga algo decente para defenderse –dijo ella sin mirarlo –, además una espada sería muy grande si vais a ir por salas estrechas, esa daga que para ella es como una espada corta le permitirá maniobrar mejor.

-Bien mirado. Bueno chica, ¿estás lista?

-¡Sí! –exclamó.

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